miércoles, 27 de noviembre de 2013

De regreso a un campo de concentración

Viña del Mar, Chile 28 de noviembre.- Hace 40 años la geografía de Chile cambió de golpe. El desierto se volvió una tumba, el mar fosa común. Donde había escuelas se improvisaron cárceles, los estadios de futbol se convirtieron en centros de tortura, y una antigua oficina salitrera funcionó como campo de concentración. Cuatro décadas después los sobrevivientes del campamento de prisioneros políticos más grande de la dictadura se reunieron precisamente ahí, en los restos del campo de concentración de Chacabuco, para hacer memoria, para que no se olvide.

 
I
El desierto necesita sangre
El 24 de octubre de 1973 una comisión de la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) recorre la cancha del Estadio Nacional en Santiago de Chile. Lo saben pero no les importa. A unos metros, en los túneles y vestidores del estadio se amontonan cientos de presos políticos, todos ellos torturados.
“Nos tuvieron encerrados sin comer, sin salir, ni nada mientras los inspectores de la FIFA estaban en el campo diciendo que todo estaba bien. Nos quedamos encerrados en los vestidores. En lugares que son para 15 o 20 jugadores dormimos 70 u 80”. Humberto Figueroa fue uno de los 736 presos que entraron por primera vez al campo de concentración de Chacabuco tras ser desalojado el Estadio Nacional.
El recinto deportivo debía lucir como nuevo, como si en él jamás se hubiera torturado ni asesinado, antes del partido de repechaje para el mundial de Alemania 74 entre Chile y la Unión Soviética. “Ya después cuando se iba a jugar el partido tuvieron que desalojar el estadio y ahí nos trajeron en tremenda caravana de buses a Valparaíso, de ahí en barco hasta Antofagasta y luego en tren hasta Chacabuco”.
Gabriel Rivas no llegó en barco sino en avión pero una vez en el campo de concentración compartiría con Humberto la brutal bienvenida al desierto de Atacama. “Llegamos acá de madrugada” recuerda junto a la pequeña pieza de adobe que fue su casa por casi un año. “Nos bajaron de los buses a patadas, a culatazos y nos llevaron a la cancha de futbol y ahí al amanecer nos tuvieron desnudos, nos registraron todas las cosas que traíamos, nos las rompieron, nos dieron la bienvenida y nos explicaron las medidas de seguridad”.
Las temperaturas en el desierto son tan extremas en la noche como en el día. Esa madrugada del 10 de noviembre de 1973 debieron de haber habido menos de cero grados centígrados cuando el capitán del Ejército Carlos Humberto Minoletti Arriagada llegó a la cancha de futbol de Chacabuco y frente a los presos desnudos gritó: “¡Para escapar tienen que pasar las alambradas electrificadas, los campos minados, las torres de vigilancia con una ametralladora .30 y si pasan eso: el desierto!”. “Y el desierto, nos dijo, necesita sangre” cuenta Gabriel frente a la casa 93 del pabellón 24 del campo de concentración de prisioneros políticos de Chacabuco.
Dejar huellas en el desierto no es fácil. El fuerte viento constantemente las borra de la arena, pero la huella del capitán Minoletti quedó impresa en la memoria de todos los presos políticos que sufrieron mientras él estuvo al mando del campo.
Hugo Valenzuela, por ejemplo, lo menciona mientras camina por el mismo corredor de tierra y arena por el que entró a Chacabuco una madrugada de noviembre del 73. “Fue el capitán Minoletti el que nos recibió, hoy aparece en Facebook con una cara de viejito bueno. Fíjate que yo no tengo rencor pero si lo veo en la calle no me aguanto las ganas y le escupo en la cara porque vaya que fue cobarde el huevón, nos pegaba amarrados, nos humillaba”.
En efecto, el capitán Minoletti aparece en Facebook con cara de viejito bueno. Dentro de una cabaña de madera el ex torturador se sienta a la mesa. Viste un suéter a cuadros que hace juego con el mantel y come algo que parece arroz y que acompaña con una copa de vino tinto. Sonríe. Según una nota del semanario chileno The Clinic lleva un año y medio prófugo.

1 comentario:

  1. Felicitaciones Arturo, excelente primera parte (?) de un gran relato de nuestra memoria. Felicitaciones también por tu compromiso, por acompañar a estos viejos lindos y valientes.

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