martes, 17 de septiembre de 2013

Estudiantes desaparecidos y ejecutados por la dictadura militar reciben sus títulos en Chile.


Óscar Fuentes Fernández debió graduarse hace más de 30 años como ingeniero civil en minas pero cuando comenzaba el segundo año de la carrera en la Universidad Técnica del Estado (UTE), hoy Universidad de Santiago (USACH), un grupo de militares comandado por Augusto Pinochet y apoyados por el gobierno de los Estados Unidos dieron un golpe militar e impusieron una dictadura que le costó la vida a él y a miles de chilenos más.
Al igual que Óscar, Hugo Ríos Videla no pudo graduarse como ingeniero mecánico  hace más de tres décadas pero el viernes seis de septiembre en un acto organizado por la USACH su esposa, Teresa Izquierdo, acudió en su representación y junto a familiares de otros 37 estudiantes desaparecidos y ejecutados recibió el título “en gracia” de manos del rector Juan Manuel Zolezzi.
“Es un evento curioso porque si él estuviera acá tendría 60 años, él tenía 21. Me parece bueno pero yo no puedo dejar de pensar que habría sido mucho mejor que él estuviera recibiendo su propio título y no su esposa” responde Teresa, sentada en una de las butacas del aula magna de la USACH reservadas para los familiares de los graduandos como en cualquier otra ceremonia de titulación.
Como en todas las graduaciones padres, madres, abuelos, hermanos y amigos ocupan el recinto y elegantemente vestidos platican, intercambian abrazos y saludos, lucen orgullosos de sus jóvenes. Víctor Fuentes, por ejemplo, platica sobre el gran desempeño de Óscar en la universidad. “Él era muy inteligente, sabía mucho, yo nunca lo vi estudiar, solamente estudiaba a las cinco de la mañana antes de irse a la universidad y le quedaba todo como grabadito aquí en su cabecita y después salía todo bien, era extraordinario para las matemáticas”.
Pero a escasos minutos de que comience la ceremonia ya se puede notar la diferencia entre ésta y demás graduaciones. Los únicos rostros jóvenes descansan en el regazo de sus padres o parejas. Son fotografías en blanco y negro colgadas del cuello o pequeñas pancartas a color sostenidas con las manos. Son también las primeras lágrimas y los primeros sollozos.
La carga emotiva del evento crece conforme tienen lugar los discursos de autoridades universitarias y representantes de organizaciones sociales y estudiantiles. Emilio Daroch, presidente de la corporación solidaridad UTE-USACH recordó que “Allende quería a esta universidad. No fue raro que fuera bombardeada, asaltada a punta de metralleta contra un puñado de mujeres y hombres desarmados”.
Juan Manuel Zolezzi, rector de la Universidad de Santiago, sube al estrado. “Esta es una ceremonia que nunca me hubiera gustado presidir y que nunca debió haber sido necesaria” señala.
“En esta ocasión reivindicamos el buen nombre de nuestras víctimas, entregándoles aquello por lo que ingresaron a la Universidad Técnica del Estado o a la Universidad de Santiago de Chile, el título universitario que habrían obtenido de no haber mediado la pérdida de sus vidas por defender sus ideales y que en este caso se les concede en gracia, de forma póstuma y simbólica” subraya el rector ante un repleto auditorio que aplaude sus palabras y después se emociona con la interpretación de “Gracias a la Vida” por el coro universitario.
Treinta y nueve estudiantes de la USACH portan una flor de cristal cada uno en representación de sus compañeros caídos, aquellos a los que la dictadura les impidió conocer. “Nos arrebataron la oportunidad de compartir, amar y caminar junto a estos estudiantes” dijo Camila Carrasco, vicepresidenta de la Federación Estudiantil de la Universidad de Santiago.
El momento cumbre de la ceremonia llega cuando los familiares tienen que subir al estrado a recibir de manos del rector el documento que acredita la titulación de sus hijos, parejas, padres, hermanos o amigos ejecutados o desaparecidos.
A esta hora del acto la ausencia se hace evidente. Los familiares saben que sus jóvenes no subirán al escuchar su nombre, no recibirán su título, no recibirán aplausos ni flores y no regresarán con ellos para abrazarlos y mostrarles el merecido premio a cuatro o cinco años de estudio.
 
Los familiares saben que son ellos los que tienen que subir al estrado. Y lo hacen, sin embargo, no con ánimo de duelo sino con alegría. Amanda, la madre de Leopoldo Muñoz, sube y mantiene en todo lo alto el título de ingeniero en construcción civil que su hijo debió haberle llevado a casa hace más de 30 años.
La familia de Carlos Julio Santibáñez Romero posa para los fotógrafos, título en mano y con el puño en alto, con una sonrisa que revela la satisfacción de tener entre sus manos el aval como ingeniero eléctrico que Carlos habría obtenido por sí mismo, sin ningún problema. “Terminó su enseñanza básica y media con todos los diplomas de honor” se lee en su semblanza proyectada en el Aula Magna de la USACH.
Al final se trató de un acto de triunfo. Las expresiones eran de satisfacción, con evidente nostalgia, pero con la sensación de haber cerrado un ciclo, de haberle arrancado algo a la dictadura, algo que les fue negado a las víctimas por décadas y que hoy, a 40 años del golpe militar, recuperan sus familiares.
Nelly Berenguer, esposa de José Manuel Ramírez Rosales detenido desaparecido desde el 27 de julio de 1974, lo resumió así: “hermosa reparación es la que entrega hoy la USACH, ex UTE, a nuestros familiares, pues estos títulos póstumos permiten cerrar al menos uno de los que fueron sus proyectos de vida, estudiar y ser profesionales”.
 
Para Roxana, hermana de Enrique Hernán Reyes Manríquez, estudiante de ingeniería mecánica de la UTE hasta el día del golpe de estado y asesinado por la policía de la dictadura en 1982, “el acto fue precioso, lo vamos a llevar siempre en nuestro corazón pensando en que nuestro hermano y sus compañeros pueden estar muy agradecidos de que su universidad les da una vuelta de mano, así como ellos se la jugaron por su universidad”.
La titulación póstuma de 39 estudiantes de la Universidad Técnica del Estado y la Universidad de Santiago de Chile no es, ni de cerca, la victoria final para sus familiares pero sí, una batalla ganada contra la dictadura y su faceta más detestable: la desaparición forzada.
Haber derrotado por lo menos un poquito a este crimen atroz debe ser motivo de orgullo para familiares y autoridades universitarias. No es poca cosa. Como señaló Nelly Berenguer en su discurso a nombre de los familiares de estudiantes detenidos desaparecidos “la desaparición forzada es el más cruel de los crímenes que se puede cometer contra las personas pues mantiene en pausa, pendiente, en constante espera sus vidas y la de sus familias. Las convierte en un círculo sin cerrar. Las transforma en un duelo permanente. Por ello, pese a que han pasado 40 años insistimos majaderamente en la recuperación de la memoria”.
 
 
 
 
 
 
@a_ilizaliturri

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