lunes, 9 de junio de 2014

Un tambor, una paleta y una catarina


La marcha solemne por los 49 niños que murieron en la guardería ABC


Por Arturo Ilizaliturri

Los 49 niños que murieron en Hermosillo, Sonora el 5 de junio de 2009 vinieron a marchar a la ciudad de México. Vinieron Daniel Rafael en su carrito, Aquiles Dreneth con un poco de sueño, Yeseli Nahomi disfrazada de conejo. Llegaron Jesús Antonio y Valeria con gorros de navidad y Juan Carlos con uno como de cumpleaños. Estuvieron por aquí Ariadna con sus ojos bien abiertos, Yeyé chupando una paleta y Emilia, desde luego, vestida de catarina.


Llegaron a la capital del país y caminaron los cuatro kilómetros y medio que separan al Ángel de la Independencia de la Plaza de la Constitución. Después de unas dos horas de marcha se detuvieron frente a Palacio Nacional y entraron al Zócalo donde reposaron bajo la bandera monumental que ese día, 5 de junio, ondeaba a media asta por ser fecha de luto nacional.

Andrés Alonso, Denisse Alejandra y Fátima con sus sonrisas traviesas. Santiago con una playera de basketball, Ana Paula con un moño y Andrea Nicole con la cara maquillada como conejo. También Carlos Alán, dibujado como un bebé que duerme entre las manos de su padre. De él no hay fotografía porque su papá, Luis Carlos Santos no ha podido abrir el álbum de su hijo desde que él murió en el incendio de la guardería ABC hace cinco años. Los 49 niños recorrieron Reforma, Juárez y Cinco de mayo en una marcha solemne, en su memoria, cuyo riguroso silencio fue un grito sobrecogedor en pleno corazón de la patria.

Abraham Fraijo Razcón, padre de Emilia, encabezó la solemne caminata que, al paso fúnebre marcado por un tambor y una paleta, recorrió las principales calles del centro. Venía más que encabronado, como dijo sobre el templete que se instaló en el Zócalo. “Desde que salimos del Ángel no podía evitar la rabia, el coraje, la impotencia. A mí todavía me duele un chingo la ausencia de mi hija. Me da mucho coraje cada vez que me acuerdo que truncaron su vida.”

Cuando Abraham llegó al Zócalo y subió al templete, minutos antes de tomar el micrófono y dirigirse al contingente que lo acompañó durante su caminata recibió la visita de una catarina. Se posó en su mano y voló. “La última onda que Emilia agarró fueron las catarinas” contó después.

El día de la fiesta de primavera en la guardería ABC Emilia llegó muy emocionada a su casa porque había sido la única catarina. Hubo muchos cocodrilos, muchos perritos, muchos conejos pero sólo una catarina: ella. Su último cumpleaños, el 23 de marzo de 2009, también lo pasó vestida de naranja y manchas negras. Sólo le pudieron quitar el traje cuando rompió las mallas y se le perdieron las antenas. “Hace unos momentos llegó una catarina hasta aquí” dijo Abraham desde el templete en el que denunció la muerte de su hija ante unas 400 personas.

Unos pasos atrás de Abraham, el tambor y la bandera, caminaron Julio César Márquez y Estela Báez, los papás de Julio César Márquez Báez “Yeyé”, Patricia Duarte, mamá de Andrés Alonso García Duarte y Luis Carlos Santos, padre de Carlos Alán Santos Martínez. Cargaron una manta que decía “Cinco Años de Luto y Lucha ABC”. Estela no se despegó de su esposo durante la marcha. Como aquel 5 de junio de 2009 cuando los dos estaban en el rincón de un hospital “rogando a Dios con toda nuestra fe que nuestro hijito estuviera bien”.

Estela y Julio fueron los primeros en subir al templete y desde ahí ella habló como tal vez no lo había hecho desde que salió de los distintos hospitales psiquiátricos en los que estuvo internada después del shock que le ocasionara la muerte de su hijo. “Porque estaba loca de dolor ¡Aún estoy loca de dolor!” explicó Estela, con la voz entrecortada pero sin quebrarse.

Y cómo no bordear el límite entre la locura y la razón si el niño que durmió un año y medio en su pecho debido al reflujo con que nació le fue arrebatado por la negligencia del estado mexicano. Estela confió en el IMSS. Pensó que lo único que tenía que vigilar era el trato que le daban las educadoras. “Confié en que las autoridades hacían su trabajo”.

Jamás se imaginó que las autoridades del IMSS no hacían su trabajo y autorizaron que una bodega con material inflamable en el techo fuera utilizada como guardería. Nunca pensó en que las autoridades de Protección Civil de Hermosillo serían tan omisas como para no hacer caso a los señalamientos de algunas trabajadoras de la estancia sobre la lona que podría caer en llamas de presentarse un incendio, como sucedió. No le pasó por la cabeza a Estela que los socios de la guardería serían tan irresponsables como para no cumplir con las recomendaciones que, desde 2005, les fueran hechas por la jefatura de Prestaciones Económicas y Sociales de la delegación del IMSS en Sonora. Entre ellas, colocar puertas adecuadas en las salidas de emergencia, sustituir el material combustible del techo y colocar material aislante en el mismo lugar. Estela Báez y los 48 padres y madres que perdieron a sus hijos en la guardería ABC confiaron en las autoridades y éstas les respondieron con la muerte de sus niños.

Los 49 niños que murieron en Hermosillo, Sonora el 5 de junio de 2009 vinieron a marchar a la ciudad de México. Vinieron y nos miraron directo a los ojos. A nosotros. A quienes les hemos permitido a los culpables no sólo vivir tranquilos sino tener mejores puestos, “dormir como bebés” como dijera Eduardo Bours, ex gobernador de Sonora y quien sigue viendo crecer la fortuna familiar con guarderías del IMSS: 75 millones de pesos al año gracias a nueve estancias infantiles.

Vinieron y generaron distintas reacciones: un automovilista se topó con el cerco policial que protegía el paso de la marcha, se enfureció, estiró su cuello hasta sacarlo del auto y gritó “pinches mugrosos pónganse a trabajar”. Un hombre de edad avanzada, con una barba cana a medio rasurar se paró en la banqueta de Paseo de la Reforma durante varios minutos. No dijo una sola palabra, sólo sostuvo en alto un cartel que decía “Por mis nietos y bisnietos. Estamos con ustedes.”


@a_ilizaliturri








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